domingo, 1 de septiembre de 2013

¿magia, de cuál?

A veces se piensa en la magia como un acto deliberado, sin precedentes y con una proyección futura absoluta, encaminada a un objetivo en particular… como algo incontrolable, insufrible, maravilloso en todas las extensiones de todas las posibles dimensiones que alcance a invadir; sin embargo, a veces no se trata de ese tipo de magia, sino de uno mucho más humano, un tipo de magia que combina las altas y las bajas y que a través de curvas, pendientes y deslices acompaña el transcurso de los días de una manera más discreta. Ese tipo de magia es mucho más humano, porque deja espacio para cambios de color, para pequeños hundimientos parciales, para desacuerdos y algunos otros detalles que si formaran parte del contrato de la vida, seguro que aparecerían en las letras chiquitas de hasta abajo. Aún así, no hay razón verdadera para que deje de ser magia, sino todo lo contrario, porque combina las infinitas posibilidades de lo onírico encarnado en un plano real, con un rostro humano que se asemeja tanto como es posible a nosotros mismos, con nuestros cambios de humor y nuestras dudas, con nuestros miedos y nuestros recuerdos que aún lastiman; porque también la magia siente, pero no por eso deja de ser magia y de encantar con sus conversaciones, sus intercambios, sus miradas, ceños, confusiones y cada uno de sus detalles que hacen que los días sean mucho más dignos de recordarse.

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