No recuerdo tu nombre, pero siempre recordare la manera en que me quede sin palabras al escuchar tu consejo, no recuerdo tu cara, pero siempre cuando llueve como aquel día, recuerdo el tono de tu voz que me llevaría a través de tus palabras en un viaje interior, para conocerme mejor a mi y sobre todo a lo que sería de mi a partir de ese momento, ahora, creo que tenías razón, gracias.
Una más de esas indefinidas figuras, que desaparecieron bajo la lluvia, pero que dejaron una idea clavada dentro de mi pensamiento. Una más de esas noches en las que el mero recuerdo de su voz, me haría sonreír y desear con muchas más ganas el amanecer para poder continuar con la enseñanza que habría de generar a partir de aquel momento.
Una mañana fría, un horizonte atacado por la neblina y un sentimiento de paz interior que solucionó, con una mirada sincera, todo lo que se pensaba habría sido un problema y que ahora, es siempre la solución que puedo transmitir a quienes lo necesitan frente a mi, una cadena de sabiduría transmitida de la manera más humana imaginable.
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