jueves, 11 de octubre de 2012

De sueños, a sueños


Cada uno tiene entre las horas más profundas de sueño, patrones que distinguen la realidad de esa sustancia líquida que se mete en los pulmones de la creatividad y los invade de nuevas y mejores sensaciones, siempre con ilógicas bases en lo vivido en el día, la semana, la infancia o en el subconsciente, pero que a fin de cuentas se incorporan en las más curiosas combinaciones para dar paso a los sueños. 

 Ahora, hay que aclarar que hay de sueños a sueños, están los que implican dejarlo todo, aventurarse a lo desconocido sin nada más que la voluntad en un hombro y la confianza o desconfianza en uno mismo, atada a un tobillo y arrastrándose con un peso que parece triplicarse conforme avanza el recorrido. 

 También están los sueños que se esconden en lo más recóndito de las verdades, muy cerca a la línea de las mentiras, y que nunca se cuentan a ningún otro colega soñador, aún cuando compartirlos podría acercarnos a su cumplimiento, pero el placer del secretismo parece superar al verdadero deseo. 

 Están los sueños que se rompen y nos hacen pedacitos el alma, que algunas veces se repara y otras sólo se re acomoda; están los sueños que conjuntan a los de otras personas, sueños comunes, con ideales enormes, afinidad, colaboración, trabajo, y al final con suerte grandes recompensas; están los sueños olvidados, y los que se quedaron en el camino, viéndonos cambiar, madurar o simplemente elegir otra de las posibles alternativas para llegar a un destino que culmine la experiencia de la vida. 

Pero también, casi al final de la lista, están los sueños chiquitos, esos que ponen a dar saltitos al corazón para que los notemos, que hacen sentir un vacío al centro de las manos como si se nos estuviera escapando el alma, ansiosa de llegar a donde vamos, de ver a quien esperamos o simplemente de expresar lo que sentimos. Son sueños fugaces, que nacen de un mili segundo a otro y otorgan sentido a ese momento, son los que nos hacen ser quienes somos y nos dan la oportunidad de disfrutar más aún esa condición. Esos, los más pequeñitos, debo admitir, que son los que más disfruto.