Hace más de diez años que llegué
a esta ciudad. Recuerdo exactamente el verde que la envolvía en los últimos
metros de carretera antes de entrar a sus avenidas principales. Era un verde
infinito, acompañado de un olor húmedo, puro, vivo.
He aprendido muchísimo entre sus
tardes de incansable calor, entre sus adorables noches frescas cuasi perfectas,
en sus playas, sus volcanes y su Cerro Grande. Entre sus avenidas arboladas,
sus oasis de agua de coco, tuba y nieve de lloren niños. Me he encantado de la
gente de aquí al compartir la simpleza de una taza de chocolate y una
quesadilla en la Nogalera, un café cargado en los portales del centro, una
cerveza en alguno de sus muchos parques, bares, casas, parotas, rincones.
Y no es que todo haya sido
brillante siempre, también aquí he aprendido de sueños interrumpidos e ideales
perdidos; he sido testigo de violencia, de dolor y de injusticia. He
confrontado imaginarios sociales que limitan y oprimen la libertad del ser. He
sentido lo efímero de la vida con el dolor de la muerte. He tomado malas
decisiones.
Colima ha sido mi casa en muchas
casas. Ha sido mi escuela en muchas escuelas. Ha sido mi amor en muchos amores.
Ha sido mi vida en muchas etapas pero siempre, para cada una y uno de los
anteriores me ofreció algo mágico.
Nunca deja de maravillarme como
se puede re inventar la vida en Colima, y donde antes había un algo que se
pasaba por alto al andar, luego uno encuentra momentos imborrables que se
llevan para siempre en el corazón. Cada calle tiene sus recuerdos, sus nombres,
sus historias. Agradezco a cada persona que forma parte de este mapa de tiempo
y espacio que ha sido la vida en Colima, a los que ya se han ido y a los que
siguen aquí.
Y ahora se termina esta etapa,
más por automatismo que por convicción, más por inercia que por impulso, más
porque a veces estamos tan confundidos y perdidos en el presente, que porque estemos
seguros de que algo bueno vendrá en el futuro en otras latitudes. Pero así es.
Hace más de diez años que llegué a Colima. Recuerdo exactamente el verde que la
envolvía en los últimos metros de carretera antes de entrar a sus avenidas
principales. Era un verde infinito, acompañado de un olor húmedo, puro, vivo. Y
yo, sentada en el asiento de atrás del coche, no me sentía nada lista para
conocer esta ciudad, para vivirla. “Hay
cosas para las que no se está nunca preparado”, me enseñó pacientemente Colima
a lo largo de todo estos años y hoy, no me siento nada lista para decirle
adiós.
Hasta siempre verde infinito,
recuerdo color naranja.
Gorrión – Hipnótica y Loli Molina
https://www.youtube.com/watch?v=lR59QSEOYkg