Al borde de la nada, sentada frente a la completa oscuridad e incertidumbre de lo que sería y lo que dejaría ser, pero disfrutando como enano el sabor del café caliente, la frescura del piso bajo sus pies y la magia de la música en sus oídos.
Pensaba que a fin de cuentas siempre ha sido así, un cambio tras otro, una rutina compuesta por el inexorable estándar de movimiento, de innovación, de obligada adaptación y dejar lo que fue lejos, atrás en un recuerdo lleno de sentimientos a los que gran parte de las veces prefiere no accederse.
Sentía que la vida, daba muchísimas vueltas, pero dentro de sí seguía creyendo que al final te pone siempre en el lugar correcto, que por algo pasan las cosas, que los cambios son buenos, a fin de cuentas, todos quienes componían su presente no habían llegado a él más que por la magia de los cambios, de las coincidencias, ¿del destino?, tal vez, pero estaban ahí y conformaban un increíble mapa mental, un afortunado mapa de corazones entrelazados por las más maravillosas experiencias compartidas.
Sus ojos, seguían claros, sin guardar una sola sombra que recordara a los demás de su pasado, su sonrisa, seguía apareciendo constantemente para propios y extraños, su cabello seguiría sin tener ningún tipo de orden, sus manos y sus piernas seguirían siendo torpes, su risa se seguiría escuchando a lo lejos, fuerte y clara, y su corazón seguiría enamorado de la vida.
Un nuevo ciclo comenzaba para dar paso a nuevas pequeñas y sistemáticas rutinas de la vida diaria, un nuevo sol que vería esconderse tras una una nueva ventana, un nuevo aire que por la tarde le recordaría la hora favorita de su día, un nuevo frío y un nuevo calor, un nuevo día, a diario, sin miedo a qué podría pasar en él y sin saber qué pasará en el siguiente, pero con ese corazón enamorado, aferrado a que un día todo cobrará sentido.
The black atlantic - Baiulus